Esta historia comienza ... en los los primeros tiempos de la revolución mexicana, cuando el pueblo cansado de tanta injusticia y miseria, se levantaron en armas, por todo el país. Si el pueblo casi no comia , en esa época mucho menos, porque nadie sembraba la tierra y lo poco que había o se conseguìa, se lo llevaban los revolucionarios o los federales a los que el pueblo decía pelones y lo que no se podían llevar lo quemaban , segun para que no lo aprovecharan los enemigos.
La pobre gente del campo comía lo que encontraba quelites, raíces, liebres, ratas de campo, viboras, topos y todo lo que corriera volara o se arrastrara, pero como todos buscaban lo mismo, pues se acababa; el hambre, la miseria, las enfermedades, se extendieron por todas partes...
Esto que te cuento sucedio en un pueblo pequeño del estado de tlaxcala, seco y polvoriento, vivián en el seno de una humilde familia, dos hermanos, Anastacio y Remigio de 10 y 8 años de edad respectivamente, que por la necesidad de ayudar a la economía de su hogar, pues el papá abandono el hogar para ir a seguir a Don Pancho Madero y sus ideales revolucionarios, se metieron a trabajar en el ferrocarril, les asignaron el empleo de fogoneros, dada su edad y fuerzas, les pareció que entre los dos lo podrían desempeñar.
Las pobres criaturas uniendo su esfuerzo apenas lograban alimentar la caldera, a como se los pedía el maquinista, pero no sin sufrir las consecuencias del arduo trabajo, pues lo primero que sacaron fue una "conjuntivitis" provocada por el polvo del carbón y que casi no los dejaba ver, él maquinista era una persona burda, ruda que los trataba a gritos con puras groserias, pero se compadecía de ellos y les convidaba de su ya raquítico itacate, tambien les daba unos tragos de pulque, que a los niños les sabían a gloria, pues así mitigaban la sed que les provocaba la infernal caldera.
Sucedió que un día, cuando el convoy atravesaba entre las montañas del territorio veracruzano, él maquinista les grito alarmado.
_¡Salten del tren, rápido, porque van a volar la vía! Estos hijos de la chin... se dió cuenta cuando unos hombres agazapados colocaban algo entre los durmientes,corriendo después sospechosamente. Los pequeños instintivamente se abrazaron saltando justo en el momento en que las vias volaban como gigantescos popotes retorcidos provocando que la máquina así como los furgones se volcaran hacia la barranca, los niños perdieron el conocimiento y afortunadamente ellos cayeron del lado contrario...
Cuando se recuperaron ya estaba pardeando la tarde, aturdidos escucharon los gritos de dolor de los heridos y moribundos, desde donde se encontraban podían los destrozos, la sangre correr formando riachuelos, esto les lastimo en lo más profundo de su alma, pero ellos no podían hacer nada por ellos, viendo las condiciones en que quedo la maquína supusieron que él maquinista no sobrevivió al percance, juntando las manos rezaron una oración por él y por ellos que aunque maltrechos, con golpes, raspones y moretones seguían vivos.
Se repusieron un poco, emprendieron camino sin saber a ciencia cierta a donde dirigirse, solo sabían por instinto que tenían que alejarse de ahí. Caminaron y caminaron por horas, el hambre y la sed eran insoportables con cada paso se sentían desfallecer, los insectos se les agolpaban en sus adoloridos cuerpos casi desnudos, las ramas de árboles y plantas los rasguñaban lastimandolos aun más, Remigio por ser más pequeño ya no queria seguir, pero su hermano Anastacio lo jalaba, lo impulsaba a seguir adelante, le decía que seguramente encontrarian algún pueblo, o lo asustaba diciéndole que si se quedaban los animales del monte se los comerían, cosa que era verdad, pues entre la maraña de vegetación lograban ver los brillantes ojos de las bestias o escuchar a los bichos arrastrándose entre la hojarasca, el miedo y el intinto de sobrevivir era lo que les permitia continuar, cuando ambos estaban desfallecidos se tiraron en el suelo, dispuestos a que los destrozaran las fieras, se abrazaron temblando, su pensamiento voló a casa, con su mamá y los hermanos pequeños, balbucearon una oración con los resecos labios, en eso como si Dios los escuchara; las espesas nubes se abrieron dejando pasar la plateada luz de la luna, bellisíma, que ellos por la pequeña rendija de sus inflamados ojos admiraron...
Como si esto les diera un nuevo impulso se levantaron, dándose cuenta con sorpresa que se encontraban sobre una loma desde la cual se divisaba un campo sembrado de sandías, cuando se disponían a bajar, las raquiticas piernas no los sostuvieron más y rodaron por la pendiente que afortunadamente era lisa y alfombrada de zacate, sin querer esto les facilitó el camino, cuando se repusieron un poco y casi arrastrandose se hacercaron al senbradío, Anastacio alertó a Remigio, ten cuidado, fíjate que estén maduras,porque si estan verdes nos dará curcera (diarrea), Remigio solo movió la cabeza para decirle a su hermano que sí, empezaron a buscar dándoles pequeños golpes a los frutos con los nudillos como les había enseñado su mamá, recordando que solo las que sonaban hueco eran las que podían comerse, Anastacio encontró una madura,la arrancó de la guía, levantandola la arrojo fuerte contra el suelo partiendola, la compartió con su hermano, como era pequeña solo les mitigo un poco la sed, esto les dío ánimos y siguieron buscando, de pronto Remigio encontro una, le gritó a su hermano lleno de alegría.
¡ Aquí hay una ! ¡ Aquí hay una! la tomó con sus manos y grande fue su espanto, al darse cuenta que no era una sandía fresca y dulce sino una cabeza humana en plena descompocisición, descarnada y agusanada, horrorizados la arrojaron lejos y solo el gran deseo de vivir no los dejó vomitar, no supieron ni como tuvieron fuerzas para correr como alma que lleva el diablo, cuando no pudieron más, solo se dejaron caer durmiendo profundamente.
La briza y la claridad del amanecer los despertó; de momento no recordaron porque estaban ahí , cuando lo hicieron en sus caritas se dibujo un gesto de tristeza, de pronto escucharon algo que los lleno de alegría y el corazón les latió con gozo, ese sonido era el tañer de una campana de iglesia.
Se levantaron y guiandose por sus oídos lograron salir del monte, viendo a lo lejos un pequeño caserío que seguramente por lo aislado estaba lejos de lo que acontecía en México, lucia muy tranquilo,como un oasis, los gallos cantaban, las chimeneas de los jacales se escapaba el delicioso humo de los comales, el olor a café y tortillas calientes era irresistible.
Anastacio y Remigio se detuvieron en la entrada de la humilde ranchería seguros de encontrar el auxilio que tanto necesitaban, se hincaron y juntando cada uno sus manos se pusieron a orar PADRE NUESTRO QUE ESTAS EN EL CIELO...
FIN.
A la memoria de mi amado y admirado padre. El fué el hermano menor de esta historia que les comparto, espero poder relatarles,otras mas que él vivió y me contó cuando yo era niña.
29 de Octubre del 2009 en la fundación DEMAC de la ciudad de Puebla.
Guadalupe Nolasco Casillas.
Gracias Lic. Fátima.
lunes, 14 de junio de 2010
Cuento:Los hermanitos
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