miércoles, 7 de marzo de 2012
Milnovecientos diéz y siete el año del hambre.
Remigio como siempre viviendo su asaroza vida , siempre fué delgado pero en ese entonces parecía una calaquita vestida de ferrocarrilero, su piel lucía apagada,reseca, solamente sus vibarachos ojos brillaban por las ganas enormes de vivir.
En esa ocasión sucedió lo que ya era una constante en su vida, saltó del tren antes de que este se volcara, la balacera, todos tratando de salvar sus vidas, él no fué la esepción corrió por su vida como alma que se lleva él diablo internandose en la montaráz selva espesa,enredosa, cuando las piernas no lo sostuvieron más solo se dejo caer entre las plantas humedas que quizás en otras condiciones admiraria es paraiso,los ruidos naturales del anochecer, cuando las bestias y las alimañas salen de sus cubiles para alimentarse no lo intimidaron se había enfrentado tantas veces con la muerte que se sentía acostumbrado a ella.
Ya entrada la mañana del día siguiente lo encontró profundamente dormido seguramente por la devilidad y el cansancio. El sofocante calor, la luz del sol brillante colandose en finos rayos movedizos entre el domo de ramas y hojas lo sacaron de su ensoñación, él estaba ante ricos manjares junto con su familia, veián con ojos azorados una enorme mesa repleta de platillos en cazuelas que derramaban sus contenidos, cuando se dirigian a servirse un rujido lo sacó a su cruda realidad, primero no supo que era lo que había escuchado pero eun dolor agudo le pinchó el vientre protestando por la falta de alimento, sentía como si una daga lo taseajara por dentro rompiendo en pedazos sus entrañas, su estomago se devoraba así mismo, poniendo sus manos entre cruzadas sobre el apretó con todas sus menguadas fuerzas trando de aguantar, retorciendose de dolor, sudando y gritando, por si fuera poco esta tortura la sed se sumó a ella, con los resecos labios musitó una oración poco después se desmayó...
Cuando se recuperó el día estaba en el zenit, el calor junto con la humedad le hicieron pensar que se encontraba en el infierno, claro que distaba mucho de como él de niño se lo había imaginado, este era verde en todas sus tonalidades, la sed le provocó alucinasiones, ante sus ojos pequeños niños con ojos pícaros riendose burlones baciaban ollas de agua transparente que éscapaba entre sus dedos sin jamás poderla llevarla a su boca, nuevamente lo atacaron los dolores de estómago acompañado de convulciones así tambien de calmbres que retorcian su esqueletica humanidad como una charamusca dejandolo exsausto,agotado, fué después de uno de estos ataques con su oreja pegada al suelo que le pareció escuchar algo, al principio crelló era una nueva alucinasión pero la persistencia del sonido así como la esperanza le confirmaron que era verdadero guiado por lo que su oído le dictaba arrastándose localizó un escurrimiento entree las raíces de un gigante de esa selva, sin pensarlo pegó su boca a la tierra asorbiendo con todas sus fuerzas esa bendita agua,eata se relbolvió con tierra y sangre de sus reventados labios.
Durmió mucho despertando unicamente para tomar el vital liquído del que no se quería separar, cuando se sintió un poco más fuerte el martirio del hambre nuevamente apareció, después de uno de estos ataques la rabia se apodero de su corazón, se infiltró en todo su ser saliendo de su garganta un gritó de fiera acorralada a punto de morir, un sonido gutural e imperceptible que amenazaba con ahogarlo lo empujó a correr sin rumbo,sin conciencia golpeándose, cayendo y levantando para seguir con su ruda carrera sin meta; solo se detuvo cuando sus rodillas se doblaron y su boca lanzó un espantoso aullido acallando los ruidos naturales de la selva,entre jadeos comenzó a blasfemar contra Dios, la virgen Maria reclamándoles su abandono, les recordó que el siempre rezaba, comulgaba con hojas de malva si no podía aserlo con ostias, repentinamante su odio y rencor encontraron blanco en su padre don Manuel le desseó con toda el alma que se muriera, se fuera al infierno y aí se pudriera poco apoco, llegaran los diablos a lancearlo por todo el cuerpo, le echaran aceite hirviendo, se quemara en las llamas por toda la eternidad. Se regodeó imaginando mil torturas para que pagara por averlos abandonado, todo castigo le pareció poco, cuando se hubo desahogado se sintió tranquilo como nunca antes desde hacia mucho tiempo pensó que su hora había llegado, se tendió en el suelo a esperar, pensó en que nadie encontraria su cadaver diseminado en la selva por las fieras y los carroñeros. Su mamá no sabría del él pero de seguro como siempre estaria orando, un sopor lo invadío envolbiendo sus pensamientos entre brumas, cerrando los ojos sintió como su cuerpo se aflojaba pareciendo que flotara...
De pronto algo lo golpeó en pleno rostro,instintibamente se llevó las manos ala cara pensando que un animal se había caído de una rama tocó el objeto, no lo pudo identificar al principio,cuando lo hizo no lo podía creer en sus manos tenia ni mas ni menos que un platano renegrido, seco y mieloso, con un aroma concentrado y dulce, ni tardo ni peresozo empezó a pelarlo pero no pudoasí que lo apretó para sacar el contenido por experiencias anteriores sabía que se lo tenía que comer en pequeñisimos bocados muy lentamente ensalibándolos mucho antes de que pasaran a su estomago, cuando estaba por terminarlo ¡sorpresa! otro platano cayó del cielo él repitó la operación, al terminar otro platano cayó ante su asombro, cuando hubo terminado se estiró como gato y durmió en santa paz.
A la siguiente mañana encontró la respuesta a la incognita de lo acontesido la noche anterior, se encontraba al pie de un gigantesco platanal tan enorme que su copa se perdía en el dosel intrincado de la selva, ambicioso busco una rama fuerte y gruesa con ella golpeó el enorme tronco
varias veces pero no cayó nada, cuando se desilucionó sin esperanza busco algún escurrimiento que le proporcionara agua afortunadamente lo encontró no muy lejos del platanal, ala mañana siguiente regresó a el ; como en ofrenda para su alegría tres platanos iguales al los del día anterior negros, mielosos,seguramente desecados por el sol convertidos en manjar exquicito, este fue su sustento por varios días hasta que sus tripas resintieron la dieta, empesaron los retortijones, la dierrea.
Ese día no fue por su ración de platanos por lo mal que se sentiá se quedo recostado, debíl, todo el día se mantuvo en el sopor de la fiebre, el calor, la deshidratación asían estragos en su devíl humanidad, perdió la esperanza de salir con vida del trance y hasta le pareció que sería lo mejorque le podría pasar, seguramente vendría el descanso la tranquilidad no estaba seguro de ir al cielo pero al final lo esperaba el paraíso, su cuerpo estaba protgido por las grandes raices le parecio que no era tan mal lugar para morir, solo le pidió a Dios que las fieras no desmembraran su cuerpo, recordó la vibora enredada en su cintura con el pago en monedas de oro que guardaba para su mamá, imagino su calaquita adornada por ella, no pudo evitar sonrreir, entre abrió los ojos levantando los pesados parpados, se relamió los resecos labios pero la reseca salíba no se despegaba de su lengua inflamada y rasposa como lija.
Abrió los ojos queriendo sentir sus últimas lagrimas humedecer su rostro, gesto totalmente inútil. sus cuentas girarón sin control, de repente algo las detuvo, fué un brillo entre la abigarrada vegetación, esforzó su vista escuadriñando el paisaje, pensó en las vestias que venián por él, a su pesar sintió miedo, un escalofrió recorrió su espalda, en un rapto de valor quiso ver cara a cara a el enemigo, entre los verdes azulosos de las hojas y elechos dos pares de ojos brillantes lo miraban fijamente, las hojas se separaron con lentitud dejando ver dos blancas, sonrisas enmarcadas por unos rostros oscuros como la noche próxima a llegar, a pesar de la devilidad sintio alivio al verlos, era dos niñitos, se le acercaron con confianza sin dejar de sonrreir, hablaron entre ellos en un dialecto nunca escuchado por él con ramas largas y lianas rapidamente hicieron una pariguela, con girones de su vestimenta lo amarraron precariamente a ella y entre los dos empesaron a jalar de ella, Remigio se dejo aser todo lo que ellos dispusieron confiando totalmente, al mirar la huella que como estela dejaba su improvisada camilla con la punta de las ramas imaginó que rean los rieles que lo regrsaban a casa.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Historias de un ferrocarrilero ...Los dos amores
miércoles, 24 de noviembre de 2010
HISTORIAS DEL FERROCARRIL ·4 el Nahual.
miércoles, 8 de septiembre de 2010
cuentos del ferrocarril 3 La abuela Pascuala.
Remigio ya era un "hombre" de 13 años, el sentía que ya nada le asombraba, había aprendido a ver ,morir, como algo cotidiano, mirar los cuerpos colgando de los postes del telegrafo, meciendose tetricamente, macialientos y devorados por los zopilotes, árboles de ignominia como parte del paisaje; defensa de su subconciente para no enloquecer.
Y... sucedió que un día a Remigio le tocó una corrida en un convoy de lastre (solo se lleva grava para asentar los rieles sobre los durmientes), en la tripulación solo iban el maquinista, el conductor que es el encargado de recibir las ordenes ya sea de propio o por medio del telegrafo y por medio de banderolas o lamparas desde el cabús o sea el último vagón del tren se comunica con la tripulación de la máquina dando las indicaciones pertinentes en un lenguaje de señas para el buen desempeño de la corrida evitando accidentes.
Remigio como flamante fogonero, que a estas alturas no solo alimentaba la caldera sino que estaba empapado de todos los secretos del oficio y por lo cual se enorgullecía.
El convoy recorría rápidamente y en subida la montaña, parecía que lo hacía alegremente, el penacho de humo vertical tocaba el cielo, Remigio disfrutaba del verdor salvaje del paisaje ,en su natal Apizaco sus ojos de niño acostumbraban mirar solo nopales, magueyes y güizaches, lo más exuberante en Apizaco eran los pirúles, el respiraba a todo pulmón, la mañana esplendida, la tranquilidad y la monotonía de las ruedas rozando sobre los rieles se conjuntaron para que se sintiera feliz.
Horas pasó en silencio recordando con gusto, paladeando los momentos felices de su tan cercana niñez, gota a gota el odre dejó caer sus imágenes, su abuelita Pascuala se divertía asustándolo...
En cuanto obscurecía encendía la vela de cebo colocada sobre la mesa, se sentaba en la única silla del humilde jacal, la temblorosa luz proyectaba un aire fantasmal a los objetos, ella lo llamaba con cariño.
_ Ven Micho, ande mi chiquito, lo sentaba en sus piernas y lo acurrucaba en su rebozo canturreandole quedito duermete mi niño duermete mi amor.... de repente le decía alarmada.
_!Duermete niño, que vienen los coyotes por ti, pa llevarte a su madriguera y por tiernito allí te van a comer con sus cachorros.¡
Su abuela, sin que el niño se diera cuenta, con las uñas rascaba la parte baja del tablón de la mesa haciéndole creer que eran los coyotes los que con sus garras trataban de abrir la puerta, el pobre niño temblaba como hoja movida por el viento, en su carita se dibujaba el terror; con sus ojitos saliendose de las órbitas, la boquita fruncida en puchero con los dientes castañando, la garganta reseca tratando de gritar pero de la cual no salia el menor sonido, cuando no podía más hundía su carita en el pecho de la abuela abrazandola con todas sus fuerzas, ella también lo abrazaba apretándolo aun más con el rebozo mientras los coyotes seguian arañando la puerta y el pequeño rendido se quedaba dormido exhalando un largo suspiro.
Su papá que por ese entonces todavía vivia con ellos, comenzó a notar que Micho cada día estaba más flaco,amarillo y triste, ya no jugaba como antes ni sonreia, de repente ya no quería ir a casa de la abuela, se orinaba en la cama y le comenzaron las calenturas; su papá y su mamá muy preocupados lo llevaron con el curandero del pueblo, el jacal apestaba a yerbas y sahumerio, el anciano interrogó al niño, ganandose su confianza poco a poco, entonces el niño a pesar de su tierna edad relató la historia de los coyotes asombrando a los presentes...
El anciano con docta voz les dijo:
_ESTE NIÑO LO QUE TIENE ES SUSTO.
Si su papá le reclamó a su madre, él nunca lo supo, pero el remedio que le mando el curandero fue: QUE LO LLEVARAN AL RÍO CON UN RAMITO DE FLORES ROJAS QUE CON SUS MANITAS ARRANCARA LOS PÉTALOS UNO A UNO DEJANDOLOS CAER EN LA CORRIENTE PARA QUE ÉL LOS SIGUIERA CON LA MIRADA HASTA PERDERLOS DE VISTA , el rito se repitio por largo tiempo hasta cuando Micho volvió a jugar y sonreír, eso si , nunca más volvió a la casa de la abuela Pascuala.
Estos recuerdos provocarron en Remigio sonoras carcajadas sacando a su compañero el maquinista de los suyos.
_ JA,JAJAAJA JA... JAA
_¡ Hora loco pos a ti que te pasa!
Remigio le contó y el hombre sonrió comprencivo.
La máquina entro en una curva , Remigio alcanzó a ver las manchas negras y blancas gritando alarmado.
_¡UNA VACA, UNA VACAAAaa!
Si, una vaca pastoreaba sobre las vías del tren; él maquinista jaló el silbato tratando de espantarla al mismo tiempo que metía el freno las ruedas rechinaron con gran estruendo , demaciado tarde el impacto dio de lleno en el animal provocando que se descarrilaran al impactarce contra ella...
Maquinista y fogonero saltaron de la maquína antes de que la caldera explotara, pero quién sabe porque azares del destino no lo hizo.
La grava del último vagón enterró al conductor, cuando vieron que nada se podía hacer ya por él no les quedo más remedio que esperar por la ayuda.
Esperaron todo el día , al atardecer los mosquitos se dieron banquete con ellos, el escaso itacate des que horas se les habia terminado, tomaron agua de la todavía caliente caldera, en la noche encendieron fogatas alrededor para ahuyentar fieras montaraces así como alimañas ponzoñosas...
Pasaron la noche dormitando por el calor y los moscos, el sol salío cubriendo el paisaje con un hermoso velo blanco, mas tarde el calor se hizo insoportable el hambre rugía y torturaba sus estómagos, el agua caliente de la caldera al caer a sus tripas las retorcía y anudaba provocando dolores tan fuertes que mejor se aguantaban la sed, fue entonces que se les ocurrió buscar los restos de la vaca si es que los animales habían dejado algo , con el impacto la vaca voló en pedazos , tuvieron que espantar a varios zopilotes para que les dieran su apestosa presa, misma que asaron en los rescoldos del fogón de la caldera, medio tatemados devoraron el alimento que les supo a gloria, por el peso de la digestión se quedaron dormidos.
El repentino ruido del armón ( Plataforma utilisada para llevar peones y herramientas a los sitos requeridos impulsada por una palanca.) sobre la vía del tren que venían con el auxilio los despertó gozosos, con ellos venía el ranchero dueño de la vaca, que la andaba buscando desde hacia días aunque sin esperanza de encontrarla, ellos le platicaron lo acontecido y que ella era la culpable del accidente.
El humilde hombre replicó , es que entró en celo la probresita y lanzó un suspiro resignado, posiblemente era todo su capital , Remigio le preguntó sin interés , solo por decir algo.
_ ¿ CÓMO SE LLAMABA SU VACA?
_ Pascuala .(contesto con un dejo de cariño.)
_Cuando escuchó el nombre del animal pensó, Pascuala, como mi abuela, sintiendo un amargor quien sabe donde.
Mas tarde subieron al armón , el se acomidió a mover la palanca , a medida que se alejaban la perspectiva de los rieles paralelos provoco que su pensamiento repitiera Pascuala Pascuala como mi abuelita , soltó un largo y liberador suspiro...despues de transcurrido un tiempo se dijo, cuando regrese a Apizaco lo primero que haré sera´visitarla.
Respiró profundo sintiendose lleno de felicidad, sonrió tranquilo y se quedo admirando el hermoso paisaje...
FIN.
EN DEMAC. 6 DE SEPTIEMBRE DEL 2010. ESRU.
viernes, 6 de agosto de 2010
Historias del ferrocarril ·2 "El pequeño hombre."
ahora cada uno de ellos realizaba este trabajo por separado en diferentes corridas, los niños que seguÍan siendolo por su edad más no por la madurez forzada a la que los enfrento la vida, sus antes limpios ojos, inocentes y puros se tranformaron en ojos de hombre que lo han visto todo.
En las noches sus sueños eran agitados y llenos de pesadillas, al recordar las matanzas y carnicerías de las batallas, el ensañamiento con el cual el hombre puede tratar a su igual, sólo porque en ese momento uno de ellos tiene el poder de decidir quién vive o quién muere.
Ni coyotes y lobos se regodean con sus víctimas como lo hace el hombre cuando decide sacar lo más bajo que guarda en sus entrañas, violar , quemar torturar, matar era lo cotidiano en esos días.
Remigio era parte de la tripulación de esos trenes que llevaban y traían gente de los ejercítos ya fueran federales o alzados , para él era lo mismo, al cual más canijo con los enemigos.
A veces en los enfrentamientos, el maquinista y él se ocultaban debajo de la máquina de vapor,protegiéndose entre las enormes ruedas,
hasta que pasaba lo peor, pero en otras los obligaban a tomar la carabina y ponersa a disparar.
Su mayor temor era, que en la balacera, fuera a pegarle un balazo a su hermano , éste quizá se encontraba en las filas del contrario, cosa que afortunadamente nunca ocurrió.
El hambre, la maldita hambre, ésa que siempre estaba presente; hambre de verdad, la que nunca está satisfecha, la que él recordaba haber sentido desde sus más tiernos recuerdos, esa sensación de tener perros rabiosos desgarrando sus tripas para los cuales sólo había unas cuantas migajas para calmarlos, provocaron en Remigio que en sus momentos de reflexión, el se
jurara por Dios , "Cuando tenga hijos no permitiré que pasen hambre ni nesecidad, todo mi esfuerzo será para ellos, trataré que estudien lo más posible, te ruego Señor, me lo permitas."
En una ocasión, el maquinista así como el resto de la tripulación ,recibieron la orden de detenerse, apostarse en una de las haciendas pulqueras por las cercanías de Tlaxcala, la hacienda ya estaba abandonada, saqueada y quemada pero aun así revelaba su grandeza, el lujo de la casa mayor y el de la capilla eran dignos de un palacio, la imágenes se mantenían respetadas.
El descanso le cayó de perlas a Remigio, se distraía abservando corretear a los escuincles, a las soldaderas, estas eran como una parvada de gallinas culecas, se las arreglaban para preparar los alimentos en comunidad; rápidamente encendían los fogones, sacaban ollas , metates y metlapiles y en menos que canta un gallo ponían el nixtamal con el poco maíz que tenían, preparaban comida con lo que hubiera, se la repartían por igual entre todos, la discolería no existia.
Por lo general, sólo les tocaban unos cuantos bocados y quién sabe como le hacían, pero los hombres conseguían pulque que se tomaban a escondidas de los superiores, que se hacián de la vista gorda.
Otra de las cosas de las que él se dió cuenta, era que las soldaderas se sacrificaban, ellas no comián para dársela a su hombre y a sus niños, en ese orden; las admiraba por su fortaleza, entrega, alegría, resignación, ganas de vivir, su lucha de igual a igual en la batalla, en los combates, si ella lograba sobrevivir y a su compañero lo mataban, lloraba, rezaba, pero a la noche siguiente ya estaba durmiendo en brazos de otro.
Esa noche Remigio se sorprendío cuando el cabo les dijo, que a ellos, los de la tripulación, les tocaba hacer la guardia, el conductor y el telegrafista protestaron pues ellos trabajaban para el ferrocarril y no tenían porque obedecerlos, por toda respuesta recibieron un balazo cada uno, después de lo cual los demás obedecieron sin chistar.
Remigio, el niño hombre tuvo que hacer la guardia junto a un paredón del cual sólo quedaban pedazos del muro de lo que fue alguna vez entrada y salida de ganado, la noche estaba obscura y sin luna, muy fría, le tocó de compañero un sombrérudo viejo de mirada torva y desconfiada, muy, pero muy callado que se puso a rejuntar ramas secas, con ellas encendió una fogata y le ordenó con voz seca, aguardientosa.
-¡Tú le atizas y que no se te apague! ¡muchacho cabrón, no hagas pendejadas!
Ya estaba la noche muy cerrada, el frío le calaba los huesos, Remigio caminaba de un lado a otro sin dejar de vigilar la lumbrera cuando a lo lejos vio brillar varios pares de ojos, por un momento pensó que eran perros pero cuando se acercaron a la luz se dio cuenta que eran coyotes, estos se fueron acercando sigilosos, cada vez más, lo único que los detuvo fue la fogata que se interponía entre ellos.
Los animales estaban más flacos que de costumbre, se veían rete hambrientos, eran cinco, formando un semicírculo, gruñeron pelando los colmillos amenazadores, Remigio se paralizó de terror al escuchar el castañear de las mandibúlas, signo inequívoco del ataque, cuando de repente el sombrérudo saltó con una tea en la mano gritando leperadas y maldiciones, los coyotes huyeron como almas en pena en la oscuridad.
El viejo sacó dos carrujos, con un ademan le ofreció uno de ellos a Remigio que él rechazó con la cabeza, el silencioso hombre se tronó el suyo, se cubrió con su gabán embozándose y se quedó mirando el vacío.
La noche siguió su lento paso, al niño le pareció que el compañero dormía parado y a pesar de la helada, el susto le sirvió para que no se congelara y su mente estuviera alerta.
Unos ruidos apenas audibles penetraron suavemente sus oídos, por un momento pensó que sólo era su imaginación, pero los sonidos continuaron en medio del silencio acrecentandóse, su corazón aceleró su ritmo, en las sienes se le agolpó la sangre, los ojos se salían de las órbitas tratando de adivinar en la oscuridad, quería huir pero sus manos en automático acomodaron la carabina en el hombro; el chasquido se acercó más y más, miró dos bultos semiagachados sigilosos cual sombras que seguían acercándose, de repente volteó, vió a su compañero que al igual que él con la carabina al hombro y lista para disparar gritó.
- ¿Quién vive ?
Silencio...
Remigio se sorprendió cuando escuchó su propia voz enronquecida gritar.
.- ¿Quién vive?
Grande fue su sorpresa cuando una voz femenina contestó:
.- ¡TU MADRE, NO DISPARES! Seguida de una voz de hombre .-¡ Gente de paz!
El viejo vigía gritó: ¡ Acérquense hijos de la chingada o me los trueno!
Las figuras se acercaron lentamente, se abrazaron cuando la luz de la fogata los iluminó, Remigio se extremeció con la sorpresa.
Efectivamente. Los extraños, por rara coincidencia eran su mamá y su hermano Anastacio.
Exclamó con alegría. -¡Mamá! ¡Mamáaaa!
Soltando la carabina corrió a abrazar a ambos, su mamá lo besó, su hermano se unió al abrazo, pasada la primera impresión volteó a ver a su compañero con su carita llena de felicidad, le dijo : son mi mamá y mi hermano, por toda respuesta éste sólo volvió a recargarse en el muro.
-Ambos sabián que esto no estaba permitido, los podian arrestar acusados de traición, pero en esos momentos eso no importaba.
Sus familiares le llevaban una cobija y unos tacos de quelites ya frios y tiesos que Remigio se comió como el más rico manjar, le contaron que fueron a ver si lo por casualidad lo encontraban, al enterarse de que una corrida estaba detenida por el rumbo pero sin tener certeza de nada,le contaron de las cosas por las que pasaba la familia,así como de las travesuras de sus hermanitos que los hicieron reir, cubriéndose la boca para sofocar el ruido; sacudiendoles de sí la amargura.
Remigio abrazó a su mamá y se cobijaron los tres; volvió a sentirse el pequeño niño, seguro, feliz en su regazo, pensando en la casita donde seguro sus hermanitos dormían soñando con los ángeles.
Fue ahí donde las primeras luces de la aurora con sus celajes rosados, grisáceos, violetas los encontraron semidormidos, pero con la certeza que debían despedirse antes del cambio de guardia, en silencio sin decir palabra se dijeron adiós con la mirada, Remigio los vió alejarse hasta que no los divisó más, se encaminó hacia el muro, no pudo evitar que el llanto bañara su rostro, volteó hacia el sombrérudo sorprendiéndose, al mirar los duros ojos llenos de lagrimas tan limpias y cristalinas como las suyas.
En DEMAC. Julio 2010 ESRU.
Guadalupe Nolasco Casillas.
lunes, 14 de junio de 2010
Cuento:Los hermanitos
Esta historia comienza ... en los los primeros tiempos de la revolución mexicana, cuando el pueblo cansado de tanta injusticia y miseria, se levantaron en armas, por todo el país. Si el pueblo casi no comia , en esa época mucho menos, porque nadie sembraba la tierra y lo poco que había o se conseguìa, se lo llevaban los revolucionarios o los federales a los que el pueblo decía pelones y lo que no se podían llevar lo quemaban , segun para que no lo aprovecharan los enemigos.
La pobre gente del campo comía lo que encontraba quelites, raíces, liebres, ratas de campo, viboras, topos y todo lo que corriera volara o se arrastrara, pero como todos buscaban lo mismo, pues se acababa; el hambre, la miseria, las enfermedades, se extendieron por todas partes...
Esto que te cuento sucedio en un pueblo pequeño del estado de tlaxcala, seco y polvoriento, vivián en el seno de una humilde familia, dos hermanos, Anastacio y Remigio de 10 y 8 años de edad respectivamente, que por la necesidad de ayudar a la economía de su hogar, pues el papá abandono el hogar para ir a seguir a Don Pancho Madero y sus ideales revolucionarios, se metieron a trabajar en el ferrocarril, les asignaron el empleo de fogoneros, dada su edad y fuerzas, les pareció que entre los dos lo podrían desempeñar.
Las pobres criaturas uniendo su esfuerzo apenas lograban alimentar la caldera, a como se los pedía el maquinista, pero no sin sufrir las consecuencias del arduo trabajo, pues lo primero que sacaron fue una "conjuntivitis" provocada por el polvo del carbón y que casi no los dejaba ver, él maquinista era una persona burda, ruda que los trataba a gritos con puras groserias, pero se compadecía de ellos y les convidaba de su ya raquítico itacate, tambien les daba unos tragos de pulque, que a los niños les sabían a gloria, pues así mitigaban la sed que les provocaba la infernal caldera.
Sucedió que un día, cuando el convoy atravesaba entre las montañas del territorio veracruzano, él maquinista les grito alarmado.
_¡Salten del tren, rápido, porque van a volar la vía! Estos hijos de la chin... se dió cuenta cuando unos hombres agazapados colocaban algo entre los durmientes,corriendo después sospechosamente. Los pequeños instintivamente se abrazaron saltando justo en el momento en que las vias volaban como gigantescos popotes retorcidos provocando que la máquina así como los furgones se volcaran hacia la barranca, los niños perdieron el conocimiento y afortunadamente ellos cayeron del lado contrario...
Cuando se recuperaron ya estaba pardeando la tarde, aturdidos escucharon los gritos de dolor de los heridos y moribundos, desde donde se encontraban podían los destrozos, la sangre correr formando riachuelos, esto les lastimo en lo más profundo de su alma, pero ellos no podían hacer nada por ellos, viendo las condiciones en que quedo la maquína supusieron que él maquinista no sobrevivió al percance, juntando las manos rezaron una oración por él y por ellos que aunque maltrechos, con golpes, raspones y moretones seguían vivos.
Se repusieron un poco, emprendieron camino sin saber a ciencia cierta a donde dirigirse, solo sabían por instinto que tenían que alejarse de ahí. Caminaron y caminaron por horas, el hambre y la sed eran insoportables con cada paso se sentían desfallecer, los insectos se les agolpaban en sus adoloridos cuerpos casi desnudos, las ramas de árboles y plantas los rasguñaban lastimandolos aun más, Remigio por ser más pequeño ya no queria seguir, pero su hermano Anastacio lo jalaba, lo impulsaba a seguir adelante, le decía que seguramente encontrarian algún pueblo, o lo asustaba diciéndole que si se quedaban los animales del monte se los comerían, cosa que era verdad, pues entre la maraña de vegetación lograban ver los brillantes ojos de las bestias o escuchar a los bichos arrastrándose entre la hojarasca, el miedo y el intinto de sobrevivir era lo que les permitia continuar, cuando ambos estaban desfallecidos se tiraron en el suelo, dispuestos a que los destrozaran las fieras, se abrazaron temblando, su pensamiento voló a casa, con su mamá y los hermanos pequeños, balbucearon una oración con los resecos labios, en eso como si Dios los escuchara; las espesas nubes se abrieron dejando pasar la plateada luz de la luna, bellisíma, que ellos por la pequeña rendija de sus inflamados ojos admiraron...
Como si esto les diera un nuevo impulso se levantaron, dándose cuenta con sorpresa que se encontraban sobre una loma desde la cual se divisaba un campo sembrado de sandías, cuando se disponían a bajar, las raquiticas piernas no los sostuvieron más y rodaron por la pendiente que afortunadamente era lisa y alfombrada de zacate, sin querer esto les facilitó el camino, cuando se repusieron un poco y casi arrastrandose se hacercaron al senbradío, Anastacio alertó a Remigio, ten cuidado, fíjate que estén maduras,porque si estan verdes nos dará curcera (diarrea), Remigio solo movió la cabeza para decirle a su hermano que sí, empezaron a buscar dándoles pequeños golpes a los frutos con los nudillos como les había enseñado su mamá, recordando que solo las que sonaban hueco eran las que podían comerse, Anastacio encontró una madura,la arrancó de la guía, levantandola la arrojo fuerte contra el suelo partiendola, la compartió con su hermano, como era pequeña solo les mitigo un poco la sed, esto les dío ánimos y siguieron buscando, de pronto Remigio encontro una, le gritó a su hermano lleno de alegría.
¡ Aquí hay una ! ¡ Aquí hay una! la tomó con sus manos y grande fue su espanto, al darse cuenta que no era una sandía fresca y dulce sino una cabeza humana en plena descompocisición, descarnada y agusanada, horrorizados la arrojaron lejos y solo el gran deseo de vivir no los dejó vomitar, no supieron ni como tuvieron fuerzas para correr como alma que lleva el diablo, cuando no pudieron más, solo se dejaron caer durmiendo profundamente.
La briza y la claridad del amanecer los despertó; de momento no recordaron porque estaban ahí , cuando lo hicieron en sus caritas se dibujo un gesto de tristeza, de pronto escucharon algo que los lleno de alegría y el corazón les latió con gozo, ese sonido era el tañer de una campana de iglesia.
Se levantaron y guiandose por sus oídos lograron salir del monte, viendo a lo lejos un pequeño caserío que seguramente por lo aislado estaba lejos de lo que acontecía en México, lucia muy tranquilo,como un oasis, los gallos cantaban, las chimeneas de los jacales se escapaba el delicioso humo de los comales, el olor a café y tortillas calientes era irresistible.
Anastacio y Remigio se detuvieron en la entrada de la humilde ranchería seguros de encontrar el auxilio que tanto necesitaban, se hincaron y juntando cada uno sus manos se pusieron a orar PADRE NUESTRO QUE ESTAS EN EL CIELO...
FIN.
A la memoria de mi amado y admirado padre. El fué el hermano menor de esta historia que les comparto, espero poder relatarles,otras mas que él vivió y me contó cuando yo era niña.
29 de Octubre del 2009 en la fundación DEMAC de la ciudad de Puebla.
Guadalupe Nolasco Casillas.
Gracias Lic. Fátima.
miércoles, 9 de junio de 2010
Historias de un ferrocarrilero.
Historias de un ferrocarrilero y de la Revolución Mexicana:
Mi papá nos contó que su abuela paterna tuvo diez y ocho hijos varones, en toda su familia siempre hubo más hombres que mujeres por lo cual tenia familiares por toda la republica.
La niñez de Remigio estuvo marcada por el hambre, la necesidad y el horror de la guerra fraticida que se vivió en México, pero eso le dió la fortaleza de espiritud y la enterza que siempre lo caracterizó.
Mi papá siempre fué un hombre responsable con todos sus hijos, estuvo en unión libre en dos ocaciones antes de casarse con mi mamá, nosotros fuimos cinco hermanos fruto de este matrimonio, de las otras uniones hubieron siete hijos más, a esos le agregamos dos más de diferentes señoras, de ellos unicamente conosimos a Carlos ,del otro mi papá nunca supo mas de él, hasta el último día de su vida, el trató de apoyar a sus hijos aunque ya fueran adultos maduros.
Don Remigio Nolasco Hernandez falleció a los sesenta y cinco años de edad, con más de cincuenta años de servicio a los Ferrocarriles Nacionales de México. dejandonos a nosotros sus hijos menores en la horfandad cuando éramos muy jovenes, un recuerdo imborrable de su amor y un vacío que nadie a podido llenar ,así como su gran fortaleza fisica y espiritual fué su legado.
Algunos razgos de su personalidad: Era muy creyente sin envargo no creía en los curas,ni monjas más que en casos especiales, perteneció a los mazones por lo cual siempre firmó con un tríangulo de puntos al final de su rubrica, por cierto tenía una letra muy bonita y garigoleada, le encantaba cultivarse en todos aspectos, desde tener una mente abierta para todas las nuevas experiencias que se le presentaran estas podrian ser tan sencillas como saborear un nuevo platillo, visitar algún lugar nuevo o recorrer galerias o salas de conciertos.
Sin duda un espiritu libre al que le gustaba compratir todo lo que le satisfacía con los que amaba.
Yo trataré de escribir solamente algunos recuerdos de lo que él nos platicaba después de cenar en charlas amenas en las que decantaba gota a gota sus recuerdos ante los asombrados ojos de sus pequeños hijos , siempre nos daba datos precisos de quienes estaban en el poder o de quién luchaba politicamente contra quién, que militarillo o político se encontraba al frente de tal o cual acción, así como las fechas, desafortunadamente estos datos desaparecieron de mi memoria por lo cual unicamente te contaré sobre las anecdotas de forma muy global espero te atrapen, te conmuevan con lo que pasó un mexicano junto con todos sus compatriotas en una de las etapas más determinantes en la formación de de nuestra identidad.